martes, 17 de abril de 2012

Una bonita historia

Muchas han sido las personas, que a lo largo de los años y provenientes de distintos pueblos y ciudades han pasado por nuestro pueblo.Hoy os traemos una historia de una de esas personas. 

Llego a Pedroche debido a la profesión de su padre, Guardia Civil y aunque no estuvo mucho tiempo, tan solo un año, Pedroche sigue en su recuerdo.

Aquí os dejamos su historia, contada en primera persona




Pedroche fue, y es, también mi pueblo

Era verano, agosto, cuando nos trasladamos, desde Coca, en Segovia, a la sierra de Córdoba, al Valle de los Pedroches. Lo sé bien porque el 15, día de la Asunción, comenzaban las fiestas mayores y yo, con todo el dolor de mi corazón, me las iba a perder.


No es el cambio que una desea realizar cuando está a punto de dejar la adolescencia y cree que en su vida hay una cierta estabilidad, pero como no dependía de mí y tampoco me podía quedar en Coca, no tuve más remedio que emprender viaje hacia Córdoba, junto a mi familia, para encontrarme en Pedroche, con dieciocho años, sin haberlo pedido y sin conocer a nadie.
Son muchos los días que recuerdo aquellos otros de mi estancia en Pedroche. Observar una fuente, las bellotas, un repiqueteo de campanas, un gallo que canta en la lejaníalas amapolas o el sonido de la lluvia... me devuelve, por un segundo, a pesar del tiempo transcurrido, la atmósferaclara y el olor de las mañanas de primavera, los colores de las flores silvestresla sensación de estar en Pedroche de nuevo, al aire libre.
Y como una cosa lleva a la otra, no puedo evitar pensar en el que fuera mi hogar durante un año, situado a la salida del pueblo, en los campos de encinas que había al otro lado de la carretera, en los amigos que, después de todo, hicimos allí, o en el cine, con sus películas de indios y las sillas de anea y, cómo no, en aquel parque que rodeaba al cuartel, el cual, al llegar la noche, sin luces que lo iluminaran, resultaba amedrentador cuando tenías que atravesarlo sola para llegar hasta casa...

































Los domingos, por la mañana, la mayoría de los habitantes del cuartel, grandes y pequeños, dejábamos atrás el parque, subíamos la calle de casas encaladas, flanqueada de árboles y llegábamos hasta la iglesia del Salvador, para escuchar la misa, o para ver salir los santos durante la Semana Santa, y también para cantar villancicos en la misa del Gallo, en Nochebuena. Y tras los oficios religiososlos niños, los más jóvenes, nos dedicábamos a corretear por los alrededores, hablar con los amigos, mientras los padres charlaban y se tomaban unas cervezas en el bar con los vecinos.
































Hay ocasiones en que me acuerdo de mis compañeros de autobús, cuando íbamos camino del instituto de Pozoblanco: de Conchi – compañera de clase, en 6º -, de Antonio, de Fernando, de Piedrasanta, de Nati..., y de muchos otros de los cuales no recuerdo el nombre. Mirando las fotos, las pésimas fotos, que nos hicimos aquel día en el parque, no puedo por menos que sentirme agradecida por el año que transcurrió en aquel lugar porque aunque llegué desganada, sintiendo que me habían arrebatado algo importante en mi vida, al final me di cuenta de que estar allí tampoco era tan malo, que me divertía, que reía, que compartía penas, alegrías y vivencias con otros chicos y chicas de mi misma edad. Y eso, aunque yo no lo supiera en ese momento tuvo como resultado que pude aprender, ver otra faceta del mundo. En suma, me hizo crecer.

Desde que me marché de Pedroche, no he vuelto a visitarloY es extraño porque ya he regresado a casi todos mis pueblos, que han sido muchos, varios de ellos cordobeses. Últimamente, a raíz de encuentros con personas que conocen el pueblo y los pueblos de alrededor, me he dicho que ya es hora de acercarme hasta allí, de fotografiar sus calles, puertas y balcones, la torre de la iglesia y la iglesia entera, sus plazuelas, los callejones,los encinares, el parque, sus gentes y sus flores. Volver sobre mis pasos para ver si aún permanece algo de mí en alguna de sus esquinas. Y estoy segura de que así será pues siempre queda algo a lo que aferrarse, algo que nos hace reconocer que un día anduvimos por allí. Siempre.

Pienso, pues, regresar al Valle de los Pedroches y a Pedroche. Y cuando lo haga será en primavera, que es cuando la jara está en flor y los montes se muestran exuberantes, magníficos, en todo su esplendor.

María del Carmen Polo Soler



Si alguien se reconoce en las fotos y quiere, ponerse en contacto con ella, aquí os dejamos la dirección de su blog, donde podéis encontrar su correo. Si nos lo solicitais nosotros os lo daremos.


Esperamos que os haya gustado. Como siempre, podeis comentar lo que os apetezca. Seguimos abiertos a cualquier idea o sugerencia.


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